sábado, 17 de diciembre de 2022

John Gribbin, uno de los máximos divulgadores en ciencias

Volvemos a Jonh Gribbin (licenciado, magister y doctor en Física, astrofísico), con este libro (Richard Feynman, A life in science, no traducido al español) (1). Actualmente ya está consagrado como uno de los mayores 'divulgadores en ciencias'. Uno de sus primeros libros en 1974,  fue bastante osado. Predecía la 'alineación de los planetas', y consecuencias con terremotos (especialmente en la ciudad de Los Angeles- Estados Unidos), para 1982. Nada de esto sucedió, a excepción de algunos movimientos geo- climáticos en esa región. Un poco antes ya comenzaba (1980) a arrepentirse de lo que había editado. Y por eso realizaba su propia autocrítica. A fines del siglo XX, ya declaraba que no tenía nada que ver con esa obra que había escrito junto a Stephen Plageman. El título del libro era: 'El efecto Jupíter. Los planetas como desencadenantes de terremotos devastadores.

Ha tenido una prolífica obra, y empezó a ser conocido mundialmente con 'En busca del gato de Schrodinger'. Ha escrito sobre Física cuántica, Evolución y genética humana, El cambio climático, Astronomía y descripción del universo, El sol, libros infantiles de ciencia y novelas. Ya estan traducidos muchos de sus libros y han salidos por colecciones de ciencias. 
Su obra Magna es Historia de la ciencia (1543- 2001) (2)


(1) Escrito en colaboración con Mary Gribbin
(2) que continuamos divulgando por nuestro canal youtube 'A través del Universo'


 

viernes, 12 de marzo de 2021

Richard Levins. Sobre las Tesis XI

 "Los filósofos han tratado de entender el mundo. El punto, sin embargo, es cambiarlo"

Karl Marx, Tesis XI sobre Ludwig Feuerbach

Richard Levins

Cuando era un muchacho siempre asumí que crecería para ser, al mismo tiempo, científico y de izquierda. Más que enfrentar el problema de combinar la militancia y la academia, he tenido mucha dificultad tratando de separarlas.
Antes de que pudiese leer mi abuelo me leyó Ciencia e historia para niñas y niños del Obispo Brown, “El Malo”, un obispo luterano que fue excomulgado por convertirse al marxismo. Mi abuelo creía que, como mínimo, todo trabajador socialista debería estar familiarizado con la cosmología, la evolución y la historia. Nunca separé la historia, de la que participamos activamente, de la ciencia, de la búsqueda de cómo son las cosas. Mi familia ya había roto con la religión hacía más de cinco generaciones, pero mi padre se sentaba conmigo cada viernes por la noche para estudiar la Biblia, porque era una parte importante de la cultura circundante e importante para muchas personas. Un relato fascinante sobre cómo las ideas se desarrollan en condiciones cambiantes, y porque todo ateo debería conocerlo tan bien como los creyentes.
En mi primer día de primaria mi abuela me pidió que aprendiera todo lo que pudieran enseñarme, pero que no me lo creyera de ninguna manera. Ella era muy consciente de la "ciencia racial" de la Alemania de los años 30 y las justificaciones para la eugenesia y la supremacía masculina, que eran muy populares en nuestro propio país. Su actitud vino tanto del conocimiento de los usos de la ciencia para obtener poder y ganancia, como de la desconfianza genérica de un trabajador hacia los gobernantes. Su consejo formó mi posición para la vida académica: conscientemente dentro de la universidad, pero no propiedad de ella. Crecí en un barrio de izquierda de Brooklyn donde las escuelas estaban vacías cada Primero de mayo y en donde conocí a mi primer republicano recién a los doce años. Cuestiones relacionadas con la ciencia, la política y la cultura fueron debatidas permanentemente en grupos, en el paseo marítimo de Brighton Beach, siendo la esencia de la conversación en las comidas. El compromiso político estaba asumido y cómo actuar en función de ese compromiso era un debate candente.
Cada sociedad crea sus propias maneras de relacionarse con el resto de la naturaleza, su propio patrón de uso de la tierra, su propia tecnología acorde a su realidad y sus propios criterios de eficiencia.
Como adolescente me fui interesando en la genética a través de mi fascinación por la obra del científico soviético Trofim Lysenko. Finalmente, su enfoque resultó estar terriblemente equivocado, especialmente por tratar de llegar a conclusiones biológicas a partir de principios filosóficos. Sin embargo, su crítica a la genética de su tiempo me dirigió hacia el trabajo de Waddington, Schmalhausen y otros que no lo desacreditaban simplemente a causa de la Guerra fría, sino que tuvieron que responder a su desafío desarrollando una visión más profunda de la interacción organismo-ambiente.
Mi esposa, Rosario Morales, me llevó a Puerto Rico en 1951, y los once años que viví allí me dieron una clara perspectiva política latinoamericana. Los diversos triunfos de la izquierda en América del Sur fueron una fuente de optimismo, incluso en esos tiempos sombríos. La vigilancia del FBI en Puerto Rico bloqueó todas las opciones de trabajo que estaba buscando y para vivir terminé cultivando hortalizas en las montañas occidentales de la isla.
Como estudiante en la Escuela de Agricultura de la Universidad de Cornell, me habían enseñado que el principal problema agrícola de los Estados Unidos era el manejo del excedente agrícola. Pero como agricultor en una región pobre de Puerto Rico vi la importancia de la agricultura para la vida del pueblo. Esa experiencia me llevó a la realidad de la pobreza (que socava la salud, acorta las vidas y cierra las opciones, entorpeciendo el crecimiento personal), y a las formas específicas que el sexismo toma entre los pobres rurales. La organización directa del trabajo en las plantaciones de café se combinó con el estudio. Rosario y yo escribimos el programa agrario del Partido Comunista Puertorriqueño, en el que combinamos un análisis económico y social bastante aficionado con algunas ideas de primera mano sobre los métodos de producción ecológica, la diversificación, la conservación y las cooperativas.
Cuando conocí el materialismo dialéctico, en mi adolescencia, lo hice a través de los escritos de los científicos marxistas británicos John Burdon Sanderson Haldane, John Desmond Bernal, Joseph Needham y otros. Con posterioridad lo hice a través de Marx y Engels.
La primera vez que fui a Cuba fue en 1964. Lo hice para ayudar a desarrollar el área de genética de poblaciones y para echar un vistazo a la Revolución Cubana. A lo largo de los años me involucré en la lucha cubana por una agricultura ecológica, en el camino hacia un sendero ecológico de desarrollo económico justo, igualitario y sostenible. El pensamiento progresista, tan poderoso en la tradición socialista, postulaba que los países en vías de desarrollo tenían que alcanzar a los países avanzados a lo largo de una única ruta: la modernización. Desestimaba así como “idealistas” a los críticos de la senda de la “alta tecnología” de la agricultura industrial, como sentimentalistas urbanos nostálgicos por una bucólica edad de oro rural que en realidad jamás existió. Sin embargo, la visión era otra: que cada sociedad crea sus propias maneras de relacionarse con el resto de la naturaleza, su propio patrón de uso de la tierra, su propia tecnología acorde a su realidad y sus propios criterios de eficiencia. Esta discusión finalmente se produjo en Cuba en la década de 1970, y para la década de 1980 el modelo ecológico prácticamente había ganado la pulseada, aunque la implementación aún debía recorrer un largo proceso. El Período especial, ese momento de crisis económica luego del colapso de la Unión Soviética, cuando los materiales para la alta tecnología ya no estuvieron disponibles, permitió a los ecologistas por convicción reclutar a los ecologistas por necesidad. Esto sólo fue posible porque los ecologistas por convicción habían preparado el camino.
Cuando conocí por primera vez el materialismo dialéctico, en mi temprana adolescencia, lo hice a través de los escritos de los científicos marxistas británicos John Burdon Sanderson Haldane, John Desmond Bernal, Joseph Needham y otros. Solo con posterioridad lo hice a través de Marx y Engels. Inmediatamente captaron mi interés tanto intelectual como estéticamente. Una visión dialéctica de la naturaleza y de la sociedad ha sido, desde entonces, un tema central en mi investigación.
Me he deleitado con el énfasis dialéctico en la totalidad, la conexión y el contexto, el cambio, la historicidad, la contradicción, la irregularidad, la asimetría y la multiplicidad de niveles de fenómenos, un contrapeso refrescante al reduccionismo prevaleciente entonces y ahora.
Un ejemplo: luego de que Rosario me sugiriera mirar a la Drosophila, frecuentemente conocida como “mosca de la fruta”, en la naturaleza (y no sólo en los tubos de ensayo del laboratorio) comencé a trabajar con la Drosophila en el vecindario de nuestra casa en Puerto Rico. Mi pregunta era: ¿cómo la Drosophila hace frente a los gradientes temporales y espaciales de sus ambientes? Empecé a examinar las múltiples formas en que las diferentes especies de Drosophila respondieron a desafíos ambientales similares. En un solo día podía recolectar Drosophilas en los desiertos de Gúanica y en el bosque lluvioso alrededor de nuestra chacra en la cima de la cordillera. Resulta que algunas especies se adaptan fisiológicamente a altas temperaturas en dos o tres días. Por eso muestran relativamente pocas diferencias genéticas en función de la tolerancia al calor a lo largo de un gradiente de altitud de 900 metros. Otras tenían subpoblaciones genéticamente distintas en diferentes hábitats. Incluso otras estaban adaptadas y habitaban sólo una parte del rango ambiental disponible.
La pobreza y la opresión cuestan años de vida y salud, reduce los horizontes y elimina los talentos potenciales antes de que puedan florecer.
Una de las especies de Drosophila del desierto no era mejor tolerando el calor que algunas especies de la selva tropical, pero era mucho mejor su habilidad para encontrar micrositios húmedos, frescos y esconderse en ellos después de las 8:00 am. Estos descubrimientos me llevaron a describir los conceptos de selección en cogradiente, donde el impacto directo del medioambiente mejora las diferencias genéticas entre las poblaciones, y en selección en contragradiente, donde las diferencias genéticas compensan el impacto directo del medioambiente. Ya que en mi transecta, el trayecto en el cual realicé mis observaciones, la alta temperatura estaba asociada a condiciones secas, la selección natural actuó para aumentar el tamaño de las moscas en Guánica mientras que el efecto de la temperatura en el desarrollo las hizo más pequeñas. El resultado resultó ser que las moscas del desierto al nivel del mar y de la selva tropical eran aproximadamente del mismo tamaño en sus propios hábitats, pero las moscas de Guánica eran más grandes cuando se criaban a la misma temperatura que en la selva tropical.
En este trabajo cuestioné el sesgo reduccionista predominante en la biología al insistir con que los fenómenos tienen lugar a diferentes niveles, cada uno con sus propias leyes, pero al mismo tiempo están conectados. Mi sesgo era dialéctico: la interacción entre las adaptaciones se dan a nivel fisiológico, conductual y genético. Mi preferencia por el proceso, la variabilidad y el cambio estableció la agenda de mi tesis.
El problema era cómo las especies pueden adaptarse a un ambiente cuando el ambiente no siempre es el mismo. Cuando empecé mi trabajo de tesis me sorprendió la facilidad con que se enunciaba el supuesto de que, frente a exigencias opuestas, por ejemplo cuando el ambiente favorece a un menor tamaño una parte del tiempo y a un gran tamaño el resto, el organismo tendría que adoptar algún estado intermedio. Pero esta es una aplicación irreflexiva del “sedante liberal” que dice que cuando hay puntos de vista opuestos la verdad se encuentra en algún punto medio. En mi disertación, el estudio de la eficacia biológica fue el intento de examinar cuándo una posición intermedia es verdaderamente óptima y cuándo es la peor elección posible. La respuesta corta resultó ser que cuando las alternativas no son muy diferentes, una posición intermedia es realmente óptima, pero cuando éstas son muy diferentes, en comparación con el rango de tolerancia de la especie, entonces solo un extremo o en algunos casos una mezcla de los extremos es preferible.
La expectativa desarrollista de que el crecimiento económico llevará al resto del mundo a la opulencia y a la eliminación de las enfermedades infecciosas se está probando como errónea.
El trabajo con la selección natural en genética de poblaciones casi siempre asume un ambiente constante, pero a mí me interesaba su variabilidad. Propuse que la "variación ambiental" debe ser una respuesta a muchas cuestiones relacionadas con la ecología evolutiva y que los organismos se adaptan no sólo a características ambientales específicas tales como suelos de alta temperatura o alcalinos, sino también al patrón del ambiente -su variabilidad, su incertidumbre- y las correlaciones entre los diferentes aspectos del medioambiente. Además, estos patrones del ambiente no están simplemente dados, siendo “externos” al organismo: los organismos seleccionan, transforman y definen sus propios ambientes.
Independientemente del asunto particular de una investigación (ecología evolutiva, agricultura o, más recientemente, salud pública), mi interés básico ha sido siempre la comprensión de la dinámica de sistemas complejos. Además, mi compromiso político requiere que cuestione la relevancia de mi trabajo. Bertolt Brecht, en uno de sus poemas, dice: “Realmente vivimos en un tiempo terrible ... cuando hablar de árboles es casi un crimen porque es una especie de silencio sobre la injusticia”. Brecht estaba por supuesto equivocado sobre los árboles: hoy en día cuando hablamos de árboles no estamos ignorando la injusticia. Pero también tenía razón en que la erudición que es indiferente al sufrimiento humano es inmoral.
La pobreza y la opresión cuestan años de vida y salud.

miércoles, 10 de marzo de 2021

Unificación de Historia y Filosofía de la ciencia en un blog

 



Iniciamos la unificación de los blogs de Historia y Filosofía de la ciencia en el Instituto. Por eso vamos a ir subiendo notas que figuraban en el blog de Filosofia de la ciencia. hay mucho material para leer y seguir pasando

En nuestro programa está seguir con: 

1) Las nuevas publicaciones sobre George Canguilhem, ahora que se han traducido las obras completas



2) El debate que quedo incocluso entre Jay Gould (biólogo) y Daniel Dennett (filósofo de la ciencia)

3) Sobre Eduard Jan Djiksterhuis (1892- 1965): "La historia de las ciencias no es solo la historia de la ciencia sino también el laboratorio de la epistemología"



5) Historia de la ciencia Argentina: a) Historia de la medicina. b) Historia de la paleontología. c) Historia de la astronomía


Un Homenaje al dr Ricardo Gómez, Filósofo de la ciencia

 






Se ha realizado un homenaje al Profesor Dr Ricardo Gomez, en el XXVI Jornadas de Epistemología en Ciencias Económicas-UBA.

Las jornadas se realizaron los días 16, 17 y 18 de septiembre y se hacian por Zoom. Este nuevo dispositivo permite seguir gestando actividades. No solo de clases.
Una breve historia de lo mucho que aprendí y de algunas anécdotas es lo que puedo comentar sobre el Dr. Gomez. Lo conocí en un seminario del Doctorado de Epistemología e Historia de la ciencia en UNTreF. Cuando finalizamos el seminario, le agradecía haberme reconciliado con la filosofía. Había logrado separar la filosofía metafísica de la filosofía de la ciencia y la tecnología (tema de muchos de sus libros). Como había aprendido a separar la filosofía continental de la filosofía anglosajona con todas sus consecuencias y malos entendidos.

Me firmó uno de sus libros, con palabras de afecto y de aliento, al terminar de cursar el Seminario. Él se formó primero en el campo de la matemática y la física. Fue docente de varias Universidades en Argentina. Luego tuvo que salir del país amenazado en 1976. Pudo ir a EEUU y allí se doctoró en Filosofía por la Universidad de Indiana. Fue docente en la Universidad de California y en Berkeley muchos años. Nos contaba anécdotas de Fukuyama, del Ku Klux Klan, y de Borges en Texas. Llegada la democracia, alternó un tiempo entre  Argentina y EEUU, dando cursos y seminarios de vanguardia..

En este homenaje volvió a contar una segunda cuestión que logró reconciliarme- al menos en parte- con Mario Bunge. Siempre he sido crítico de este filósofo- epistemólogo enemigo del psicoanálisis y el marxismo, de una manera tan irracional y al estilo popperiano, como de sus métodos en ciencia.
Al psicoanálisis lo considera como algo medieval, llegando a declarar en entrevistas que es una brujería y al segundo poniéndolo como algo absolutamente totalitario. Lo que Gomez cuenta es que cuando llegó a EEUU, tenía un lugar donde dar clases. La persona que iba a tomar licencia, para que él pudiera ocupar ese puesto, no lo hizo. Así que tenía pocos dólares para quedarse y ver como sobrevivía. 

Aquí aparece el capítulo de Bunge. Este le dice: "que ahora le tocaba ver como un peronista era echado y perseguido por otros peronistas". Goméz seguía contando que se contuvo para no cortar el teléfono, por lo que le había dicho, quedó un silencio y al minuto le agregó: "usted no se va a ir de EEUU". Le dejó tres nombres y teléfonos para que pudiera conectar algo y sobrevivir. Esa historia me mostró otra faceta de un Bunge solidario con un Argentino exiliado. Por eso recordó esa historia, mostraba también lo agradecido que era para quien lo había ayudado a ser lo que es hoy.

Hoy es una persona con premios, honores y con todo el afecto de amigo/as, que se han juntado para homenajearlo. Lo escuchaba con esa sencillez y lucidez a sus ochenta y pico de años, y que para mí es el Bertrand Russell Latinoamericano. Y si me preguntan ¿por qué? solo argumentaría que ha vuelto a colocar la historia en la epistemología de la ciencia, y nos ha advertido los peligros de una tecnología deshumanizada y del neoliberalismo.


Carlos Liendro
Doctorando de Epistemología e Historia de la ciencia
Doctorando de Filosofía

viernes, 5 de marzo de 2021

GEORGES CANGUILHEM

 



De acuerdo con Michel Foucault (1), la filosofía en la Francia de la posguerra, además de ser marxista o no marxista, fenomenológica o no fenomenológica, podía dividirse también en dos corrientes de distinto orden: una, la filosofía de la experiencia del sentido y el sujeto; otra, "una filosofía del conocimiento, la racionalidad y el concepto"; una filosofía de base más epistemológica. Si Sartre fue, por supuesto, la figura dominante de la primera corriente, Foucault afirma que el director de su tesis doctoral sobre la locura, Georges Canguilhem, fue el principal representante de la otra. En efecto, Canguilhem, discreto y nada rimbombante, tuvo una influencia sobre los métodos estructurales para abordar la historia, el marxismo y el psicoanálisis que superó con creces, en círculos intelectuales y académicos, la idea del público sobre quiénes eran las grandes figuras. Canguilhem preparó el camino para Lacan en 1956 cuando, en una conferencia pronunciada en el Collège Philosophique, criticó al decano de la psicología clínica, Daniel Lagache. Su artículo se reeditó 10 años después en Les cabiers pour l'analyse, la publicación dirigida durante los años 60 en la École Normale Supérieure (rue d'Ulm) por el yerno de Jacques Lacan, Jacques-Alain Miller. En él figuran las famosas palabras de Canguilhem relativas al aspecto positivista de la psicología como algo equivalente a la filosofía salvo en su rigor, la ética salvo sus exigencias y la medicina sin comprobación (2).
   Georges Canguilhem nació el 4 de junio de 1904 en Castelnaudary, en el sudeste de Francia. En 1924, junto a Sartre, Nizan y Aron, obtuvo su agrégation de filosofía en la École Normale Supérieure mientras estudiaba con Alain. Tras completar sus estudios de filosofía, Canguilhem se tituló en medicina con el fin de poder enseñar e investigar en el campo de la historia y la filosofía de la ciencia. Después de enseñar en un instituto de Toulouse, Canguilhem impartió clases durante la guerra en la universidad de Estrasburgo; su curso sobre Las Normas y lo normal se convertiría en la base de su tesis, que defendió en 1943 para obtener el doctorado en medicina. En 1955, tras un periodo como Inspector General de educación nacional, sucedió a Gaston Bachelard en la cátedra de filosofía de la Sorbona. En 1961 Canguilhem, como miembro del tribunal ante el que Michel Foucault defendió su tesis sobre la locura, afirmó que su protegido poseía el talento de un poeta cuando hablaba de dicha materia. Murió en Marly-le-Roi el 11 de setiembre de 1995.
Firme defensor de Foucault contra los ataques de Sartre y sus seguidores, Canguilhem preparó el escenario para una historia de la ciencia que se desviaba claramente de todo evolucionismo inevitable y de toda noción acumulativa del conocimiento como progreso. Acostumbró a una generación de pensadores a la idea de una historia estructural de las ciencias, que intenta justificar las discontinuidades tanto como las continuidades en la historia de los empeños científicos. Pocos han sido tan perspicaces como Michel Foucault a la hora de señalar las coordenadas generales del proyecto de Canguilhem desde la perspectiva estructuralista que aquí nos interesa. En pocas palabras, éstos son algunos de los elementos clave que destaca Foucault.
Antes del trabajo de Canguilhem, el método dominante en la historia de la ciencia consistía en ver el pasado como un precursor coherente y continuo del presente. Este enfoque incluye implícitamente la idea de que, después de establecer una ciencia y su objeto, a partir de ese momento ésta se convierte en garante de la verdad. De ese modo, las disciplinas científicas establecidas en los siglos xvii y xviii servirían de base para las ciencias desarrolladas en los siglos xix y xx. El problema de esta teoría es que se basa en una ilusión retrospectiva. Supone que el pasado es una preparación para el presente; pero, aún más, supone que el presente es estático e inmutable y que, por consiguiente, una historia de la ciencia escrita hoy será igualmente válida mañana. Sin embargo, para Canguilhem, lo que caracteriza a la ciencia no es el cierre y la continuidad, sino la apertura y la interrupción. Lo que podría parecer un aspecto menor, o incluso invisible, de la historia de la ciencia, puede hacerse repentinamente esencial al ocuparse de un problema recién descubierto. Así, destaca Foucault, "el descubrimiento de la fermentación no celular –un fenómeno 'secundario' durante el reinado de Pasteur y su microbiología– representó una ruptura fundamental sólo cuando se desarrolló la fisiología de las enzimas" (3). Dado que la ciencia cambia inevitablemente –porque, para Canguilhem, es sobre todo un "sistema abierto", es decir, influido por su entorno–, "hace y rehace espontáneamente su propia historia en cada instante" (4).
Esta sensación de la ciencia que rehace su historia es aún más aguda en las disciplinas que no han alcanzado el alto grado de formalización de las matemáticas. Por eso Canguilhem centró sus estudios, casi con exclusividad, en la biología y la medicina: las ciencias de la vida. Hizo "bajar de las alturas" a la historia de la ciencia, hacia las "regiones intermedias" en las que el conocimiento depende claramente del entorno exterior.
El resultado es que la verdad y el error, como afirmaba Nietzsche, son los que se ven desde una perspectiva concreta. Lo que resulta importante e interesante en la historia de la ciencia es lo que parece serio desde la perspectiva del presente. Así lo aclara la afirmación de Canguilhem de que "es en el presente donde los problemas incitan a la reflexión" (5). Sólo por esta razón, no puede existir una historia de la ciencia totalmente neutral. Es preciso reconocer, en primer lugar, que una versión concreta de la verdad y el error podría ser falsa y, en segundo lugar, que, en cualquier caso, el hecho del error –o la falsedad– puede ser tan revelador de la historia de la ciencia como la "verdad". Por consiguiente, el objetivo de Canguilhem pasa a ser, no el descubrimiento de la verdad, sino la búsqueda de un modo de establecer el conocimiento de cómo se constituyen lo verdadero y lo falso en un momento determinado de la historia de la ciencia. En este plano, un modo de construcción de dicha dicotomía puede ser, y frecuentemente es, discontinuo respecto a otro. La discontinuidad, en resumen, implica la visión de la historia de la ciencia como una serie de correcciones realizadas por la propia ciencia.
Aunque, en su obra posterior, Canguilhem ha escrito sobre Darwin y su relación con sus predecesores y precursores, su trabajo más conocido e influyente, como muestra de su enfoque de la historia de la medicina, es Le Normal et le patbologique (lo normal y lo patológico), publicado por primera vez en 1943 y reeditado y aumentado en 1966. El texto pretende contribuir a explicar la diferencia entre lo normal y lo patológico examinando cómo se han desarrollado dichos conceptos en la fisiología y la biología durante los siglos xix y xx. La pregunta que guía el estudio es: ¿Cómo se establece lo normal en biología y medicina? Al decir normal, podríamos referirnos a la buena salud, frente a la enfermedad, o a lo que se considera patológico. Por otro lado, si hablamos de la vida en su conjunto, la enfermedad, o lo patológico, debería incluirse, en cierto sentido, dentro del concepto de "normal".
Durante el siglo xix, se consideraba que la medicina era la ciencia de las enfermedades y la fisiología, la ciencia de la vida. Pero esta dicotomía se ve alterada por una pregunta: ¿La enfermedad no forma parte de la vida? O, en otras palabras, ¿Se puede construir plenamente una fisiología sin hacer referencia a la enfermedad? Para los griegos clásicos, normal equivalía a armonía y equilibrio, mientras que enfermedad equivalía a desequilibrio, "disarmonía" o "anormalidad". Los prefijos "dis-" y "a-" implican una discontinuidad entre lo normal y lo patológico. En gran parte gracias al trabajo de Claude Bernard en fisiología experimental, la medicina del siglo xix desarrolló una concepción cuantitativa (muy relacionada con los niveles de excitación) de la diferencia entre lo normal (salud) y lo patológico (enfermedad). La enfermedad pasó a ser un estado hiper- o hipo-normal. Dicho de otra forma, para Bernard, existía una relación de continuidad entre la buena salud y la enfermedad. Conocer la fisiología del cuerpo normal era entrar también en contacto con la base del cuerpo enfermo. En resumen, mediante el paradigma cuantitativo, la buena salud (lo normal) era una vía al conocimiento de lo patológico.
En el siglo xx, el trabajo de René Leriche altera la perspectiva cuantitativa del enfoque positivista. Para Leriche, la salud es equivalente al "silencio del cuerpo en sus órganos". La salud (lo normal) se convierte ahora en lo que se da totalmente por descontado; el bienestar es el cuerpo que no se experimenta o se conoce como tal; se cree que el conocimiento del cuerpo es posible sólo partiendo de la perspectiva de lo patológico, de la medicina, y no de la fisiología.
  No obstante, queda aún por establecer el carácter de lo patológico. Claramente, esta cuestión puede abordarse desde el punto de vista de alguien que se siente enfermo o desde el punto de vista de la propia medicina, en cuyo caso quizá sea posible establecer, en términos estrictamente médicos, la existencia de una condición patológica antes de que la persona involucrada tenga conocimiento consciente de ella. Si bien la tecnología más avanzada puede contribuir a arrebatar el conocimiento de la enfertnedad al paciente, Canguilhem, tras una reflexión que recorre su libro de principio a fin, destaca que el médico suele olvidar que, en definitiva, "es el paciente quien le llama". Este recuerdo de algo obvio le permitirá subrayar que la distinción entre fisiología y patología no puede tener más que "significación clínica". Se trata de un punto fundamental. Frente a lo que él denomina el enfoque positivista de la ciencia, en el que es preciso saber para actuar, Canguilhem defiende la importancia de la "técnica". Es decir, sólo mediante la referencia al entorno, o las condiciones de la existencia, en las que se dan la buena salud y la enfermedad (y no intentando construir teóricamente la distinción a priori), puede sostenerse la diferenciación entre ambas. La referencia a las condiciones significa que la distinción entre lo normal y lo patológico debe seguir siendo provisional y continuamente abierta al cambio. En lugar de cerrar vías para la expansión de los medios humanos, la visión de Canguilhem parece llevar a su profundo perfeccionamiento.
  Otro tema importante que recorre la obra de Canguilhem es el relativo a la definición formal de lo normal. Uno de los modos en que se ha definido lo normal es en relación con la norma estadística. Para Canguilhem, las investigaciones del siglo xx han sido capaces de demostrar que un ser vivo puede ser perfectamente normal aunque guarde poca relación con un promedio estadístico. En realidad, un monstruo (una anomalía) podría ser muy normal en el sentido de que constituye su propia norma respecto al entorno en el que se encuentra. "Si se toma aislado, el ser vivo y su entorno no son normales: es su relación lo que los hace así" (6). Una anomalía puede ser rara y, aun así, seguir siendo normal.
En su estudio detallado de la diferencia entre enfermedad y salud, Canguilhem muestra que, aunque el límite entre lo normal y lo patológico es impreciso, ello no implica continuidad entre ambos. Sin embargo, cuando se concibe la vida como una especie de totalidad, debe reconocerse también que la enfermedad no puede ser anormal en ningún sentido absoluto. Si alguien no experimentase mala salud, los resultados serían nocivos porque, dado que el ser vivo es fundamentalmente un sistema abierto, necesita una forma de iniciar nuevas condiciones mediante la superación del tipo de obstáculos que plantea la enfermedad. "El hombre sano no huye ante los problemas planteados por las alteraciones, a veces repentinas, de sus costumbres, ni siquiera en términos fisiológicos; mide su salud en relación con su capacidad de superar crisis orgánicas para establecer un nuevo orden" (7).
En la ciencia médica del siglo xx, nos encontramos con que la salud no es la ausencia total de enfermedad, sino la capacidad de restaurar un estado anterior mediante un esfuerzo que puede modificar la base estructural de la persona afectada. Esta modificación de la base estructural, equivalente a la interacción del ser vivo con sus condiciones de existencia, no produce estados anormales, sino un proceso continuo de modificación de normas. En este sentido, afirma Canguilhem, los seres humanos son seres "normativos", no porque se ajusten a las normas, sino porque crean normas, son sistemas abiertos que dependen de su entorno. Como confirma nuestro autor: "Las normas se relacionan entre sí dentro de un sistema" (8). La enfermedad –el obstáculo– es el estímulo necesario para la creación de normas que requiere la salud.
Dada la importancia del lugar que concede a lo patológico, Canguilhem se opone a las nociones psicosociales de la norma. Un ejemplo sería el trabajo de Talcott Parsons. Aquí se da por supuesta la norma previa de una sociedad de buen funcionamiento y más o menos ordenada, y la oposición a la norma, más allá de cierto umbral, se considera patológica y peligrosa para la existencia de dicha sociedad. Este tipo de teoría social ve la sociedad como un sistema relativamente cerrado en el que la "salud" se mantiene suscribiéndose a la norma, y no creando nuevas formas de normalidad.
En conjunto, para Canguilhem, la historia de la propia ciencia tiende a ser un sistema abierto, tal como implicaba Foucault. La ciencia "hace y rehace su historia en cada instante"; encuentra una norma, sólo para revisarla y transformarla. Por esa razón, suele ser un proceso de discontinuidad; una pluralidad de normas, debido a su mismo carácter, implica la discontinuidad entre ellas. La historia, como historia de la continuidad, como la idea del sujeto trascendental, es un sistema cerrado y fundamentalmente incapaz de cambiar en ningún sentido esencial. La historia discontinua, por tanto, siempre se plantea preguntas, como hizo Kant respecto a la Ilustración. Este principio de preguntar, quizá más que ninguna otra cosa, une a Foucault y Canguilhem, del mismo modo que éste se encuentra unido a los avances más importantes de la ciencia del siglo xx.


NOTAS

1.      Michel Foucault, "Introduction" en Georges Canguilhem, On the Normal and tbe Pathological, trad. de Carolyn R. Fawcett, Dordrecht, Holanda, Reidel Publishing Company, 1978, págs. ix-xx.
2.      Elisabeth Roudinesco, Jacques Lacan and Company. A History of Psychoanalysis in France, 1925-1985, trad. de Jeffrey Mehlman, Chicago, University of Chicago Press, 1990, pág. 221. (Trad. esp.: Batalla de cien años, 1925-1985: Historia del psicoanálisis en Francia, Madrid, Fundamentos, 1993.)
3.      Foucault, "Introduction" en Georges Canguilhem, On tbe Normal and tbe Patbological, pág. xiv.
4.      Ibíd.
5.      Canguilhem, On tbe Normal and the Pathological, pág. 27.
6.      Ibíd., pág. 78.
7.      Ibíd., pág. 117.
8.      Ibíd., pág. 153.


PRINCIPALES OBRAS DE CANGUILHEM

Le Normal et le patbologique (1943, 1966), París, Presses Universitaires de France, 1988 (2ª. ed.).
El conocimiento de la vida (1952), Barcelona, Anagrama, 1976.
Études d'histoire et de philosopbie des sciences, París, Vrin, 1975.
Formation du concept de réflex aux XVII et XVIII siècles, París, Vrin, 1977.
Idéologie et rationalité dans l'histoire des sciences de la vie (1977), París, Vrin, 1981 (2ª. ed.).
La Santé: concept vulgaire et question philosophique, Pin-Balma, Sables, 1990.


OTRAS LECTURAS

FOUCAULT, Michel y BURCHELL, Graham: "Georges Canguilhem: Philosopher of error", Ideology and Consciousness, 7 (otoño de 1980), págs. 51-62.
LECOURT, Dominique: Marxism and Epistemology: Bachelard, Canguilhem and Foucault, trad. de Ben Brewster, Londres, NLB, 1975.
SPICKER, Stuart: "An introduction to the medical epistemology of Georges Canguilhem", Journal of Medicine and Philosophy, 12, 4 (noviembre de 1987), págs. 397-411.


martes, 9 de junio de 2020

1543- 2001. Historia de la ciencia

Muchos de los científicos más importantes en la historia de la humanidad llegaron a ser grandes profesores, tanto en aulas como fuera de ellas, con una relación importante con sus discípulos.
En el libro Historia de la ciencia 1543-2001, John Gribbin, doctor en Astrofísica por la Universidad de Cambridge, enlista a los grandes maestros que la ciencia nos dejó y la importancia de su trabajo. En esta revisión histórica recordaremos a cinco de estos científicos que transmitieron su saber y experiencia:
  • Marie Curie
Foto: Roger-Viollet / AFP
Marie Curie fue la primera mujer en dar clases en las aulas de la universidad parisiense de La Sorbona en noviembre de 1906 y también fue la primera en obtener tanto el premio Nobel de Física como el de Química. 
“Sus descubrimiento en torno a los fenómenos radiactivos sirvieron para que su marido y ella obtuvieran el Nobel en 1903. El dinero del premio lo emplearon en su totalidad en su laboratorio, por lo que tuvieron que seguir dando clases para ganarse la vida”, cuenta Gribbin.
Murió en 1934 producto de una anemia aplástica, la que se sospecha fue provocada por su alta exposición a la radiación. 
  • Louis Pasteur
(Foto: Istock)
Este químico francés dedicó gran parte de sus investigaciones a la microbiología y la química. Su descubrimiento más reconocido fue el proceso mediante el cual se eliminan las bacterias patógenas por medio de la aplicación de calor, mejor conocido como pasteurización.
“Es considerado el padre de la bacteriología por sus contribuciones en la fermentación por levaduras, la fermentación láctica y por elaborar la vacuna contra la rabia”, indica Gribbin en el libro.
Ser profesor era una de sus aspiraciones. Diversas biografías señalan que el plan inicial de Pasteur era enseñar arte, pero sus conocimientos lo llevaron a dar lecciones de física y química. Fue maestro en la Escuela Real de Besanzón, en el Liceo de Dijon y en la Universidad de Estrasburgo.
  • Albert Einstein
(Foto: AFP)
En 1908, cuando el físico y matemático tenía 29 años, fue contratado como profesor en la Universidad de Berna, Suiza. Un año más tarde se mudó a Praga donde obtuvo una plaza de maestro para impartir física teórica en la Universidad Alemana de Praga. 
Einstein se convirtió en un ícono popular de la ciencia después de que presentó la Teoría General de la Relatividad, que reformuló por completo el concepto de gravedad. Eso ocurrió en 1916.
“Su fama como uno de lo científicos más destacados fue mundial, un privilegio realmente al alcance de muy pocos científicos”, destaca el escritor científico John Gribbin.
  • Stephen Hawking
Professor Stephen Hawking poses for photographs in his office at The Centre for Mathematical Sciences in Cambridge, in central England, 03 September 2007. Professor Hawking’s new book, “George and the Secrets of the Universe” (Georges et les secrets de l’Univers) is his first children’s book and aims to explain some of his theories on space and black holes to a younger generation. Written with his daughter Lucy and Christophe Galfard, a doctor of physics, the book is an adventure story that sees the hero learn about how the universe works in a fun and entertaining way. (Photo by LEON NEAL / AFP)
Stephen Hawking quería estudiar matemáticas, pero su padre lo impulsó a que ingresara al University College de Oxford, donde no impartían esa disciplina. Así que se matriculó en ciencias naturales y, una vez dentro, se especializó en física.
Hoy es reconocido como un genio de la época moderna: recibió 12 doctorados honoris causa, el premio Príncipe de Asturias de la Concordia en 1989 y la Orden el Imperio Británico en 1982. Dentro de sus trabajos más importantes están la predicción teórica de los agujeros negros y la radiación que emitirían, así como sus teoremas respecto a la relatividad. 
Fue el titular de la Cátedra Lucasiana de Matemáticas de la Universidad de Cambridge durante 30 años, además de miembro de la Academia Pontificia de las Ciencias y la Academia Nacional de las Ciencias de Estados Unidos.
  • Nikola Tesla
Tras la muerte de su padre en 1879, Nikola Tesla encontró un paquete de cartas que uno de sus maestros le envió a su papá para advertirle que el inventor podría morir por el exceso de trabajo. La anécdota es incluida en el libro My inventions Nikola Tesla’s Autobiography, editado por Ben Johnston.

Con más de 300 patentes registradas, Tesla es identificado como uno de los más grandes inventores de la historia. Habló ocho idiomas y la ingeniería eléctrica se convirtió en una de sus pasiones gracias a su profesor de física. Dio clases por corto tiempo antes de caer en la ruina.